El sueño familiar de Lechuza Wines

Wendy Pérez 

Esta vinícola es un espacio que prolonga el gusto por los vinos, la comida y la gente de la zona enológica de Baja California. 

Una experiencia ocasional significó el cambio de rumbo para los Magnussen, un matrimonio estadounidense conformado por Patty y Ray, que hizo de la Baja, su casa.

Hoy esa casa es la bodega Lechuza, dirigida por su hija Kristin, quien en cada añada sigue homenajeando los sueños familiares, en especial el de su padre, quien murió hace poco tiempo.

Se llama así porque mis papás estaban preguntando por la propiedad que los vecinos llamaban Lotes de Lechuza, donde había una familia de lechuzas que vivían en un campo cubierto de maleza y pensamos en dar un homenaje a esa primera familia que habitó aquí, los primeros en armonía con el campo”, me platica “Kris”, y añade que sus papás buscaron la propiedad muy cerca del restaurante Laja, pues para ellos fue la experiencia gastronómica número uno, la más significativa de su vida, así que si iban a retirarse habría que hacerlo cerca a este comedor bajacaliforniano.

El calendario marcaba el 2002, y estos californianos vieron que la tierra a la que llegaron era mágica… “con una habilidad especial para atraparte con la comida, el vino y la comunidad que estaba aquí, y nuestra familia cayó enamorada de la Baja, un sitio inclusivo, lleno de expresiones, muchas muy artística”.

La bodega se creó después del 2005 cuando Ray decidió unirse al programa de enología y viticultura de UC Davis y plantar vides.

“Con el tiempo, gracias a muchos hombres y mujeres, como la familia Santana, plantaron Cabernet Sauvignon, Merlot, Tempranillo y Nebbiolo, y ahora también trabajamos con vides del sur del Valle de San Vicente, como Chardonnay, Sauvignon Blanc y Syrah. 

“Los vinos son monovarietales. Queríamos destacar la tipicidad de la uva crecida en esta región y hacerla propicia para la cocina que aquí en el Valle de Guadalupe se disfruta, porque nunca nuestra familia olvidará que estuvimos motivados a mudarnos aquí por una cena en Laja, por ello queríamos ser partícipes en las memorias de otros”.

El resultado, Lechuza Wines, es un sitio donde además de sus etiquetas se puede tener una experiencia campestre.


“En los temas de vinos, aunque nuestra línea principal es monovarietal, recientemente hemos estado experimentando un poco creando más vinos de transición, como uno llamado Vuelo que es un blend entre Chardonnay y Sauvignon Blanc, o Amantes que es una mezcla de cinco uvas, pero sobre todo las etiquetas tienen que ser incluyentes, que se sientan cómodos probándolas un conocedor como alguien que está comenzando”, añade Kris, que junto a su esposo Adam, su hijo Royal de 8 años e hija Reidar, de 4 años, dan vida a este proyecto que sigue en familia.

“Todo lo que hacemos aquí tiene un enfoque familiar y las personas con las que trabajamos son una extensión de ella, como el equipo de Vinos Boutique, ya que es genial tener a alguien que nos representa con una voz auténtica.

“Por las distancias no somos capaces de hablar con nuestros clientes tan a menudo, y saber que hay alguien ahí afuera que nos representa de corazón y que es capaz de dar a nuestra marca una adecuada exposición, nos resulta emocionante.

“Sabemos que podríamos ser llamados forasteros, al no haber nacido aquí, pero esta comunidad nos recibió con los brazos abiertos y nos ha permitido buscar nuestros sueños y metas. Nos esforzamos con todo lo que hacemos y queremos estar siempre seguros de reflejar el mismo respeto que se nos ha dado el Valle de Guadalupe y su gente”, concluye Kris.


En su bodega tienen degustaciones y un espacio gastronómico liderado por el chef Esteban Lluis llamados Damiana y Honokai.